martes, 27 de octubre de 2009

MURCIA/ Vino y dorada con Nélida Piñón

La Verdad
La prestigiosa escritora brasileña participó ayer en Murcia en la Feria Regional del Libro
«El otro soy yo. Tratar al otro bien es una forma de tratarme bien a mí misma»

En caso de un nuevo diluvio universal, a Nélida Piñón habría que embarcarla con todos los honores en un arca de futuro, protegerla como un regalo para las nuevas generaciones, intentar que su sabiduría no fuese devorada por las aguas y el olvido. Nélida Piñón (Río de Janeiro, 1937) es una escritora de altos vuelos, una apasionada de la vida que reparte optimismo en sus eternos viajes por el mundo, un ser entrañable que genera ternura a su paso, y una intelectual lúcida y próspera que fue galardonada en 2005 con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Ayer, Nélida Piñón se encontró con sus lectores en Murcia, ciudad a la que viajó como invitada de lujo de la 24 edición de la Feria Regional del Libro, que organiza la Consejería de Cultura y dirige el catedrático y crítico literario José María Pozuelo. La entrevista de Nélida Piñón con este diario transcurrió durante una cena para dos que animó el vino tinto, el jamón, la hueva de mújol y la dorada a la sal regada con aceite de oliva. La sonrisa de Nélida Piñón campea a sus anchas por días soleados y madrugadas de confidencias; una sonrisa sin dobleces.
-Veo que ya ha pedido usted el vino y el jamón, no es mal comienzo.
-Son dos cosas que no deben faltar en una buena mesa, sobre todo si se espera compañía.
-¿Le gusta ser buena anfitriona?
-Me encanta estar pendiente de la gente, empezando por estarlo de toda mi familia. La gente me gusta desde siempre: escuchar a los demás, conocerlos, estar informada de sus deseos, de sus problemas, de sus penas...; intento ser agradable con todo el mundo, dentro y fuera de Brasil. Todas las personas merecen mi máximo respeto.
-¿Qué recibe a cambio?
-¡Piropos! (Risas). Dicen de mí que soy una huésped magnífica y que soy la mejor entre las bien educadas...; bueno, la verdad es que me siento bien siendo como soy.
-¿No está cansada de viajar tanto?
-Viajar es una de mis grandes pasiones: conocer, conocer, conocer... Pero últimamente me apetece más estar en casa, la echo en falta cuando estoy tan lejos como ahora.
-¿Por qué?
-Tengo un perrito, un bichito que pesa cinco kilos y que me da una felicidad enorme.
-Qué curioso...
-Entró en mi vida como una revolución, ha sido algo maravilloso su llegada a mi vida, el amor que me despierta, cómo me ha enseñado a valorar mucho más a los animales, a darme cuenta de lo prepotentes y soberbios que somos los seres humanos creyéndonos el centro de todo, pensando que tenemos todos los derechos sobre la naturaleza y los demás seres vivos.
-¿No le angustia a veces la soledad?
-No. Yo elegí estar sola, y muchas veces lo que hago es protegerme para que esta opción de vida sea respetada. Elegí estar sola y no me arrepiento, quise moverme por el mundo sin ataduras.
-Y los afectos, ¿qué lugar ocupan?
-Un lugar importantísimo. Yo soy muy afectuosa, y tengo la suerte de haber recibido muchísimo cariño a lo largo de mi vida. He amado, he sido amada, tengo grandes amigos, adoro a mi familia...; pero necesito soledad.
-Tiene fama de ser una gran seductora, ¿es cierto que lo es?
-Soy una gran seductora, sí. Pero practico una seducción que no es malévola. Seduzco para homenajear al otro. Entiendo la seducción como una manera de legitimar la existencia de la gente. Ser amable es fundamental, pero no porque intente sacar un beneficio de ello, no; es que el otro soy yo. Tratar al otro bien es una forma de tratarme bien a mí misma.
-¿Conoció el desamor?
-Sí, claro, pero uno no puede quedarse anclado en el dolor. La vida te pondrá delante de otros amores, seguro, igual que te pondrá delante de otros fracasos. La vida fluye constantemente, ¿cómo puedes quedarte anclado en un amor perdido? ¡Qué tiempo malgastado! Es muy saludable mirar hacia adelante con esperanza. Por ejemplo, ¿qué significa un amor perdido? Idealizamos demasiado a algunas personas, y las idealizaciones encierran el peligro de ser paralizantes; yo detesto la parálisis, el pensar que ya todo se acabó, que uno ya lo sabe todo, que ya has vivido todo lo que tenías que vivir.
-Frente a la traición, ¿cómo reacciona usted?
-El dolor que provoca es horrible, sin duda. Pero, insisto, no puedes renunciar a encontrar nuevos amigos o nueva gente en la que confiar. La vida es riesgo, cuanto antes lo tengamos claro mejor, y no se puede vivir sin riesgos. Y algo muy importante, no hay que vivir con resentimiento, porque lo peor que se puede tener en la vida es un hígado estropeado por el resentimiento. Todo duele y todo te conduce a que tu experiencia de vida sea más rica. Y la experiencia es aprendizaje y el aprendizaje es vida. ¿Acaso queremos vivir como si estuviésemos muertos? Ojalá pudiésemos no ser desconfiados, porque la desconfianza hace que nos perdamos cosas; lo normal es que te traicione un amigo, no que lo hagan todos, con lo cual la balanza es positiva. No hay que ir por la vida de víctima, no hay que regodearse en la desgracia; entre otras cosas, porque la vida es imprevisible, todo es imprevisible.
-¿Qué no se consiente a sí misma?
-No puedo permitirme el lujo de ser desagradecida con la vida. Tengo que ser generosa conmigo, y eso pasa por ser generosa con el otro. No es posible lo primero si me olvido de lo segundo.
-Dice que somos seres en tránsito y que debemos estar siempre alerta.
-Así es, me apena que mucha gente viva como si hubiese nacido condenada, sin nada, sin futuro. Siempre podemos hacer algo, incluso cuando la realidad es tremendamente injusta. ¿Qué se gana echándole la culpa a Dios de nuestras desgracias? No creo que Dios sea el culpable. Nosotros somos los responsables de todo lo que estamos haciendo y también de todo lo que no hacemos.
-¿Qué hemos hecho bien?
-¡El milagro extraordinario de la civilización! Y la Ley, otro milagro aunque sea injusta muchas veces. Sin la Ley estaríamos matándonos porque somos seres del caos. Creamos la Ley para gobernar el caos humano.
-¿Qué le inquieta especialmente?
-La indiferencia. Hoy abundan los tibios, contra los que con razón arremetía San Pablo. Hemos desarrollado una capacidad enorme para distanciarnos de lo que no nos interesa, de lo que no es cercano a nosotros...; vemos a mujeres-bomba, a hombres-bomba, a niños-bomba con una naturalidad que asusta. Estamos como insensibilizados ante la violencia, ante la injusticia. Muchas veces contemplamos noticias terribles como si estuviésemos viendo una película de Spielberg o de George Lucas. ¿Qué pasa con nuestra humanidad? ¿Qué pasa con nuestra conciencia? ¿Qué pasa con los grandes ideales del hombre? La apatía lo domina todo. La gente cree que es mejor quedarse en su casa, rodeados de la máxima tecnología posible para olvidarse de lo que está pasando fuera.
-¿Cambiará este panorama?
-Confío en que sí. El ser humano no es un robot, no se comporta siempre igual, está abierto a los cambios, a la experimentación, a los retos, a la sorpresa. Podemos, por ejemplo, pensar que hoy los jóvenes están muy apáticos, pero realmente no sabemos de lo que serán capaces. Hay mucha gente buena, mucha gente luchadora, que no se conforma, que se compromete; lo que pasa es que toda esa gente no aparece. Los caminos son muy tortuosos, sí, pero no es imposible que puedan ser trillados. No creo que estemos viviendo un final de civilización, como dicen algunos. No estamos petrificados, no está todo decidido.
-¿Tiene fe en los jóvenes?
-Reconozco que no los conozco bien. Los jóvenes viven sus vidas, como los adultos vivimos las nuestras, y no hay una conexión entre todos nosotros. Pero, ¿la hubo alguna vez? No tengo ningún derecho a manifestarme en contra de los jóvenes, pero sí en contra de los adultos frívolos y triviales que dan un pésimo ejemplo a los jóvenes.
-¿Qué no soporta del día a día?
-La mala educación es insoportable, porque refleja que el otro no te importa. Es un síntoma de la falta de delicadeza de tu corazón. No estamos hablando de normas sociales, de convenciones. Lo que yo defiendo es la importancia y la necesidad de la delicadeza del corazón. El corazón tiene que tener apogeos, pasiones y delicadezas. No me gustan los corazones de piedra.

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