lunes, 15 de febrero de 2010

"Celda 211" triunfa en una gala de los Goya que se reconcilia con Almodóvar


Almodóvar se 'reconcilia' con la Academia y aparece por sorpresa en la gala
'Si no me lo dan, habría tenido que ajustar cuentas', por Oskar L. Belategui
Pe se nos ha vuelto «maggiorata»
Luis Tosar ha ganado el Goya al mejor actor por su papel de "Malamadre" en "Celda 211"
'Celda 211' corona su triunfal paso por las salas y las calificaciones de los críticos con ocho Goyas, una reñida y justa victoria frente a 'Ágora'. Nadie daba como favorita a la cinta de Amenábar, que a la chita callando fue amasando estatuilla tras estatuilla hasta amontonar siete. Salvo el premio al mejor guion original para Amenábar y Mateo Gil, la biografía de Hipatia de Alejandría arrasó en los apartados técnicos, como corresponde al largometraje más caro en la historia del cine español. Se recompensaba a profesionales de lujo, que daban las gracias en inglés. Pero los premios grandes fueron para la epopeya carcelaria de Daniel Monzón: película, director y nada menos que tres de sus actores.
Javier Bardem acompañó a Penélope y proporcionó la foto más glamurosa e internacional de la noche. Evitó el paseíllo por la alfombra roja y entró al Palacio de Congresos por la puerta de atrás. Había venido a entregar el Goya al mejor actor a Luis Tosar, el inmenso Malamadre de 'Celda 211', el recluso más peligroso y carismático de un penal amotinado. Tosar subió tranquilo y se acordó en gallego de sus familiares y amigos. Estaba feliz, y no sólo por él. Su novia, la donostiarra Marta Etura, había subido al escenario poco antes como mejor actriz de reparto. Interpreta en 'Celda 211' a la mujer del funcionario que queda encerrado en medio del motín.Alberto Ammann, el pringado que demuestra no serlo tanto, también obtuvo el Goya al actor revelación.
Penélope Cruz sonaba ganadora pero al final se impuso Lola Dueñas por su papel en 'Yo, también', donde enamora a un compañero de trabajo con síndrome de Down. Es su segunda estatuilla tras 'Mar adentro'. La actriz revelación que más portadas ha acaparado, Blanca Romero en 'After', tuvo que poner cara de circunstancias. La ganó Soledad Villamil, protagonista de 'El secreto de sus ojos'; lástima que la argentina lleve veinte años actuando.
La 24ª edición de los Goya resultó rauda por la ausencia de publicidad. Cada vez un poquito más cerca de Hollywood, con patrocinadores por todos los lados y desfile de estrellas por la alfombra roja durante dos horas largas. Las 'celebrities' eran recibidas a su llegada al Palacio de Congresos por dos centenares de manifestantes de los comités de empresa de RTVE y RNE, que protestaban por externalizar servicios. Al tumulto se sumaron miembros de Provida y de la Plataforma de las Clases Medias, que enarbolaban pancartas -'Subvenciones igual a ladrones'- y gritaban 'chorizos' a los actores. El presidente de la Academia se acercó y les dijo: «Que Dios os bendiga'.
Andreu Buenafuente demostró la soltura de sus monólogos televisivos. Su actuación casi supo a poco, ya que el desfile de invitados para entregar galardones era incesante. Restó solemnidad al acto, protagonizó un brillante vídeo inicial y se mezcló con los invitados en el patio de butacas. En ocasiones estuvo sembrado: «Soy como Obama, sueño con paz», le soltó a Paz Vega. Y a la ministra de Cultura, de inenarrable estilismo: «Bajaría a saludarla, pero no me atrevo a bajar nada delante de usted». Hasta recibió la visita de la añorada Rosa María Sardá en el tramo final. Fue la primera gala del siglo XXI, a tenor de los alardes técnicos en directo. Hubo un tsunami virtual y Pocoyó apareció animado en el escenario.
Álex de la Iglesia realizó un discurso triunfalista y victimista al mismo tiempo: «Creemos que somos artistas, pero tenemos que ser humildes y pedir perdón, nunca reconocemos nuestros errores». Lloró un poquito al rogar a las televisiones y al Gobierno para que «utilice» el cine español durante la presidencia europea. «Porque todo es posible, hasta que yo haya bajado 35 kilos». El presidente de la Academia viajó hasta el hogar de Antonio Mercero para entregarle el Goya de Honor. Fue el momento más emotivo de una noche rauda, eficaz e impredecible. Sólo faltó que José Luis Garci se uniera a la fiesta

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